May 102008
 

HOTEL CALLAS

Arantxa González (2º ESPO A)

Me encontraba sentado en el fondo del salón tomando una copa de vino cuando empezaron a oírse unos gritos y frenazos bruscos a las puertas del hotel. De un tocadiscos próximo a mi, salía la melódica voz de María Callas adentrándome en una historia que jamás viviré

Oí como desde fuera lo que en un principio era un intercambio de frases se tornaba en enfrentamiento y tras un breve forcejeo y un reclamo, las puertas principales se abrieron. Un par de segundos después, media docena de

hombres armados y con uniformes oscuros irrumpieron en el hall del hotel. Tras inspeccionar la situación, fijaron la mirada en el fondo del salón, donde yo me encontraba. Entonces abrieron fuego

La voz de la soprano se confundía por momentos con el sonido de los impactos contra cualquier superficie que estuviese en medio de su recorrido. Dejé caer la copa sobre la mesa y me escondí bajo la misma en un intento por preservar mi vida. El impacto de las balas contra las vidrieras lo llenaba todo, los gritos, llantos y súplicas mostraban cómo el infierno se había instalado en ese hotel y que no tenía intención de abandonarlo

                        .

-¡Vamos desgraciado! ¡Sal!

Miré a mí alrededor. Varios heridos, gente intentando cubrir sus cuerpos tras sillones o mesas volcadas, pero sobre todo muertos. Ese era el caso del guardia de seguridad que yacía a mi lado, con el rostro desfigurado por las balas y dejando un charco de líquido escarlata a su alrededor. Le arrebaté la pistola intentando permanecer fuera de la vista de aquellos hombres armados. La ópera interpretada por Callas seguía adelante entre las ráfagas de disparos,

Mis manos temblaban con ia pistola entre ellas. Nunca fui un valiente pero en momentos como ese sólo podía pensar en salir de esa situación fuese como fuese. Mientras aquellos hombres proseguían la búsqueda, detrás de mí un breve murmullo captó mi atención. Agazapado tras un sillón volcado, un joven me miraba suplicando en silencio.

-Tiene que ayudarme.-susurró al ver que había captado mi atención.- Se lo ruego, ayúdeme a salir de aquí y ie prometo que no volverá a verme.

-Muchacho, ¿qué has hecho para que vayan a por ti?

-¿Usted que cree! Me negué a hablar en una de ¡as redadas en ¡a universidad. -¿Contrabando?

-Resistencia en el exilio.

Aquel muchacho no iba a ver la luz de día como le pillasen. En los tiempos que corrían, la policía no se andaba con chiquilladas y una clara muestra de ello era la nueva decoración del Hotel Callas. Le hice un gesto para indicarle una puerta que conducía a la zona de servicio y comenzamos a arrastrarnos hacia allí.

Lamentablemente no fuimos lo suficientemente rápidos o quizás no fue el momento de actuar, pero uno de los hombres armados nos vio y aviso a dos de sus compañeros que estaban cerca de él. Comenzamos a correr hacia

aquella puerta que podía significar la salvación Pera una vez que entramas no pudimos recorrer más que dos metros cuando nuestros perseguidores entraron.

-¡Quietos¡-me pare al instante y volteé apuntando con la pistola.

El joven se pegó contra la pared y comenzó a murmurar de nuevo. Mientras; la pistola que yo sujetaba temblaba a pesar de mis intentos fallidos por mantenerla quieta. El chico miró repetidamente la única vía de salida y se movía con pequeños y lentos pasos hacia allí.

Uno de los hombres se acercó a mí con paso lento pero seguro, mostrándome una sonrisa aparentemente amable, haciéndome retroceder con pánico y perder la pistola en el camino. El joven reemprendió la huida gritando «; No hablaremosl» pero recibió un par de balazos en la espalda. Les observé con terror y dos de aquellos tipos arrastraron el cuerpo del universitario fuera de la zona de servicio.

-¡Volvemos a casa¡ ¡Ya hemos cazado¡-gritó uno de ellos y segundos después un coro de voces rieron desde el salón del hotel.

Yo seguía paralizado en media del pasillo El hambre que aún quedaba me miró y se llevó un dedo a los labios.

-No se lo diga a nadie.

Tras esto se agachó para recoger la pistola que se me había caído y al incorporarse me asestó un golpe con la culata de la misma en la cabeza. Después, el hotel Callas se sumió en la oscuridad.

 

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