Jun 082008
 

En el CORREO de hoy aparece lo siguiente (en referencia al recreo):

 

«Preocupan otros asuntos en el colegio concertado San Vicente de Paúl de Barakaldo. El patio de la casa de los paúles es particular y cuando llueve se moja como los demás. Por eso, hoy los pequeños de tres años, los que llevan cosido a la bata un botón azul para distinguirlos de los de cuatro años (botón rojo) y cinco (amarillo), se organizan el recreo en los pasillos que dan a las aulas. Tienen 45 minutos de diversión asegurada. Primaria y Secundaria, en cambio, un cuarto de hora menos. Los más avispados se traen de casa en los bolsillos de la chamarra ‘tazos’ -una moda camino de ser eterna- y ‘gormitis’, unos monstruitos de plástico y con nombre de enfermedad que se anuncian en la televisión como «los invencibles señores de la Naturaleza».

Mordisquean las galletas tipo ‘María’, beben agua y… a desfogarse. La vista capta un ir y venir de niños y niñas que no se inmutan por la inesperada visita. Aquí no hay grupitos. Más bien, es un cada uno va a lo suyo. Si uno lanza el cochecito a la tarima alta, ahí van todos a hacer lo mismo. Pero como no llegan a alcanzarlos, ahí les vemos golpeando en vano la pared, a ver si así caen de nuevo en sus manos. Está el que echa vaho al cristal de la puerta y dibuja luego con el dedo sobre él. El que va deslizando un peluche por los tubos de la calefacción, al grito de ‘pi, piii’. Está la que se queja porque ‘andereño, Oihana me ha empujado’. El que se frota la nariz, después de haberse chocado contra todo, y el que rebusca en busca de tesoros escondidos entre los ladrillos. Para salir al patio les habrían dejado balones, cuerdas y correpasillos ‘moltós’ que los padres llevan al colegio porque ya no saben dónde meterlos en casa.

Marisa Fernández, jefa de estudios de Infantil y Primaria, responde a los saludos de todos. ‘¡Marisaaa, Marisaaa!’, mientras nos conduce al aula que ocupan los ‘cuatroañeros’. Descubrimos a dos de ellos investigando «si funciona» la máquina de café. No les hace falta la cafeína para descubrir en sus caras que son unos ‘peques’ muy vivos. Unos cincuenta chavales inundan el lugar de unos cincuenta millones de gritos distintos. Casi todos son niños. «Es verdad, yo tengo una clase en la que sólo hay seis nenas», dice Marisa. Aquí ya se aprecian diferencias. Ellas, o muy princesitas o muy marimandonas. Ellos, peleándose a lo ‘Pokemon’, se enganchan y hacen «un tren». «Nerea es la única que juega a fútbol, listo», replicará Aitor a Jorge, mientras ponen los cimientos de una casa-lego. Ellas, más originales, construyen con las mismas piezas una sala de cines. Una se pregunta por qué meterse en asuntos ajenos y hacer preguntas inoportunas. ‘¿Cuántas cerezas vas a hacer?’. ‘Pues hasta que se me acabe la plastilina’, recibimos».

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