Ene 132009
 

Usted a mi hijo no le hace eso

El colegio es otro ámbito donde se ha notado un cambio, pues a los niños -explica doña Mercedes- «se les ha hecho creer que van a pasar el rato, a jugar. Eso es normal para un niño pequeño, pero en Primaria no se les desdice, y al final muchos profesores lo asumen. No se plantea qué hay que enseñar o cómo hacerlo mejor, sino con qué juego. No se les anima a enfrentarse a los retos, a lo más difícil, y superarlo. Siempre se tira a la baja, y al final tienen un aburrimiento mortal». Y, si un día «un profesor le dice algo o le castiga», aparece el padre guardaespaldas, diciendo: «Usted a mi hijo no le hace eso».

Otro problema grave del sistema educativo al que apunta el doctor Polaino es que, a pesar de que, gracias a la mayor cantidad de estímulos, «la inteligencia, sobre todo la operativa y más concreta, haya mejorado», existen lagunas graves, por ejemplo en el uso del lenguaje. Y, si falla el medio de expresión, «la comunicación se vuelve exclamativa, visceral; por eso se dice tanto taco. No hay abstracción ni lenguaje intelectual, el pensamiento no es reflexivo», lo que a su vez favorece también «reacciones más irreflexivas».

El comienzo de Primaria coincide con la llamada infancia tranquila, antes de la pubertad. En ella hay que poner bases firmes y aprovechar para que vayan asumiendo límites y responsabilidades. Pero ya aquí, advierte doña Mercedes, puede que los padres «hayan abdicado de su autoridad, y el hijo se haya hecho con el mando. No lo razona así, pero asume que, si lo que él quiere se cumple, manda él». En el fondo, se le está perjudicando, al hacerlo «incapaz de tolerar la frustración». El doctor Polaino ve aquí el mismo sentimiento de culpa o falta de firmeza paternos que se manifiestan en el consumismo: «Si el padre castiga, la madre lo levanta, o viceversa; o el mismo padre que ha castigado se arrepiente», explica.

Además de «protegidos y consentidos» -añade-, los niños están «sustituidos. Si no se les exige que hagan lo que ya pueden -la cama, vestirse, abrocharse los zapatos…-, no crecen ni maduran. Los padres no exigen porque, para ellos, es más fácil sustituir a los niños que enseñarles». Les sería útil recordar que, según el estudio Encuesta de infancia en España 2008, de la Fundación SM, el 73,5% de los niños justifica a los padres cuando les castigan y, ya en la preadolescencia, el 41,9% todavía reconoce que casi siempre tienen razón al regañarles.

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