(Jesús Bastante. Libertad Digital).- María Luisa Téllez ha sido recientemente elegida Presidenta Nacional de la Sociedad San Vicente de Paúl en España. Lleva más de 40 años trabajando «con todo tipo de pobrezas, no solamente económicas», y habla del fenómeno actual de los llamados «pobres vergonzantes: familias de clase media que se han quedado sin trabajo y que tienen que recurrir a comedores populares».
Sin embargo, y pese a la crisis que atraviesa nuestro país, María Luisa tiene una visión optimista que se apoya en la fe y la esperanza: «Todo el mundo en un momento determinado se plantea por qué está aquí y quién es, y encuentra a Dios. De mil maneras».
– ¿Un cargo buscado, querido, o asumido?
– Querido, porque yo quiero mucho a la Sociedad de San Vicente de Paúl y llevo vinculada a ella 40 años, siendo socia de base y en diferentes puestos. Entonces, querido, por supuesto. Buscado no. Ha sido algo coyuntural.
– ¿De qué estamos hablando cuando nos referimos a la Sociedad de San Vicente de Paúl en España?
– De una sociedad compuesta de comunidades laicas, que denominamos conferencias, que son grupos de personas que viven su fe en esa comunidad y después se dan a los pobres. Fundamentalmente en la visita, en el contacto personal. Quizá en eso nos diferenciemos de otras asociaciones: en el vínculo personal con el pobre.
– ¿Dónde trabajan las sociedades? ¿A quién se dirigen?
– Primero, a la formación espiritual de sus socios. Y después de sacada esa fuerza, a los pobres.
– ¿Cuántos socios hay en España?
– No sé la cifra exacta, pero creo que alrededor de 2.500. A parte, colaboran con nosotros cerca de 25.000 voluntarios, que no son socios, pero forman parte de la familia.
– ¿Contáis con ramificación en el extranjero?
– Tenemos hermanamientos, fundamentalmente con Iberoamérica y Ãfrica. Se envía ayuda económica y espiritual. Hay comunicación interna: se conocen, se escriben…
– ¿De qué forma trabajáis: en comedores, con personas sin hogar…?
– A todos los niveles. Tenemos una regla que dice «ninguna obra de caridad es ajena a la sociedad«. Trabajamos con todo tipo de pobrezas, no solamente económicas, sino que pueden ser también de soledad, de ayuda a alguien que está pasando un mal momento…
– ¿Estáis notando la crisis?
– Sí, mucho.
– ¿En qué sentido?
– En Madrid tenemos un comedor que hará cosa de un año o año y medio atendía a alrededor de 80 o 100 personas. Ahora mismo se ha duplicado, y casi se triplica la cifra: hay 250 personas. Antes iban inmigrantes. En este momento, además, van también los que llamamos «pobres vergonzantes»: familias de clase media que se han quedado sin trabajo y que tienen que recurrir al comedor.
– ¿Cómo afrontáis ese cambio de paradigma? Aunque todos sean personas al fin y al cabo, ¿el modo de tratar con cada uno ha de ser necesariamente distinto? ¿Cambian las necesidades?
– Claro, hay que darle a cada uno lo que pide y lo que exige. En el comedor hay personas que se sientan solas y no comparten, porque no son «necesitados al uso», es decir, no están en la calle. Lo estamos pasando muy mal económicamente, porque se ha triplicado la demanda y han bajado los recursos y las subvenciones. Porque nosotros vivimos de subvenciones y donaciones de socios y personas que conocen la obra.
– ¿Es curioso que una crisis provocada por los ricos la estén pagando los pobres? ¿Tenéis algún tipo de reflexión sobre el modo en que se está afrontando la situación? ¿Os estáis topando con muchas dificultades a la hora de realizar vuestra labor? ¿Habéis hecho algún replanteamiento?
– Sí. Estamos además intentando hacer un estudio de las nuevas pobrezas, de la gente que se acaba de quedar en la calle. Porque quizá con estas personas hay que tener más cuidado, más delicadeza. Nosotros intentamos tratar a todo el mundo de una manera exquisita. La dignidad del ser humano está por encima de todo.
– ¿Cómo llega una persona joven a la Sociedad de San Vicente de Paúl, y qué le enamora de ella?
– Yo ingresé en una conferencia del barrio de Orcasitas. Llegué de manos de un amigo mío, que ha sido presidente nacional e internacional durante 11 años. Él siempre había estado vinculado a ella, y nos invitó a mi marido y a mí. Empezamos a ir, y la Sociedad nos enamoró. Y nos enamoró también un sacerdote que ya ha muerto, que nos atendía y nos animaba. Empezamos a visitar a los pobres, y éramos bien recibidos en las casas. (Ahora ya no, ya no es el caso). Y establecimos, con algunos seguro, una amistad. Porque, además, algunos de los atendidos entonces en ese barrio se integraron en la conferencia. Tienen un nivel económico e intelectual un poquito mayor al de los otros, así que se integraron a ayudar. Hicimos una conferencia muy bonita.
– ¿Cuáles son los retos de futuro de la Sociedad de San Vicente de Paúl?
– El crecimiento -sobre todo espiritual-, porque pensamos que hoy en día en la sociedad hay un vacío muy grande. Y porque todo el mundo en un momento determinado se plantea por qué está aquí y quién es, y encuentra a Dios. De mil maneras. De alguna manera, le buscan. Queremos cubrir ese hueco. Y queremos ir también hacia la inquietud que hay en las personas de ayudar a los demás. Que, gracias a Dios, existe.Queremos crecer, pero, como dice el presidente, no nos importa tanto el número, como el dar a cada persona lo que necesita.
– Estamos en una sociedad con mucho acceso a todo tipo de información. Lo que sucede en una parte del mundo al momento nos llega a la otra. Sin embargo, la soledad es una constante, sobre todo en las grandes ciudades de los países más industrializados. ¿Cómo es posible esta profunda soledad del hombre en la era de las comunicaciones?
– Bueno, sí, es algo que se contradice. Llegas a casa y pones la tele o pones la radio, y sin embargo muchas veces sentimos soledad. Y no sólo las personas muy mayores, también las de 40 o 60 años. Por ello queremos llegar de alguna manera a todos los que se encuentran perdidos. Algunos colectivos como los alcohólicos o los ludópatas, que necesitan un mensaje de esperanza. Porque hay gente que tiene las necesidades básicas cubiertas, pero que también tiene muchas cosas en su vida que le hacen sufrir.
Nuestro lema es «Sirviendo en esperanza«, y lo que queremos es ir al sufrimiento.
– Muchísimas gracias, María Luisa. Mucha suerte con tu nuevo cometido. Seguiremos trabajando desde la fe, y utilizando la caridad.
– Muchas gracias a vosotros. Espero que esta entrevista llegue a alguien que nos necesite o que quiera apuntarse.
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