SI no me das dinero me meto a puta», grita enloquecida Verónica a su desconsolado padre. «O salgo o tiro la puerta abajo», aporrea Jonathan mientras su madre asiste impotente a los puñetazos de su hijo al mobiliario. Muchos adolescentes han convertido sus casas en un infierno, con gritos, peleas y miedo. La constelación familiar se ha vuelto del revés y los conflictos entre padres e hijos llegan a límites insospechados. El año pasado, una universitaria de Lugo llevó a sus padres ante un juez porque no le subían la paga mensual para «vivir dignamente». Este mes, un padre de Jaén ha sido denunciado por su hija a la que castigó sin salir de casa. Es la peor cara de chavales que tienen a sus madres como esclavas, de jóvenes que intimidan, atemorizan y son agresivos en casa. Adolescentes -la edad más problemática va de 14 a 18 años- implacables, vengativos y provocadores. Un fenómeno que está produciendo un incremento anual de más de mil denuncias de padres a hijos.
Cada vez son más los conflictos familiares que acaban en los tribunales aunque solo en los casos más graves, los padres pierden la custodia o los hijos terminan siendo internados en centros de acogida. Javier Urra, ex Defensor del Menor, está acostumbrado a lidiar con muchos de estos chavales y acaba de poner en marcha RecURRA, un programa para ayudar a resolver los conflictos familiares. En su proyecto Campus Unidos, en Madrid, ingresan desde el pasado otoño docenas de jóvenes aquejados de conductas agresivas. «En 2010 hubo ante la Fiscalía 8.000 denuncias de padres contra hijos, en 2009, se registraron 7.000 y en el ejercicio anterior, 6.000. O sea que vemos que cada año las denuncias se incrementan de mil en mil», afirma.
Otro experto en combatir a estos jóvenes inflamables es Pedro García Aguado, tal y como lo demuestra en su programa de televisión, Hermano mayor. «Nosotros nos encontramos con chavales que son auténticos tiranos en casa. Como no tienen nada por lo que rebelarse, se rebelan contra sus padres. Pero claro, esa situación también es responsabilidad, en cierta manera, de los progenitores, que no han sabido poner normas o no saben cómo tratar diferentes situaciones que sus hijos les plantean». A su juicio, estos chavales «solo tienen focalizados el odio y la rabia con sus familiares, y fuera de casa son capaces de mostrarse incluso de una forma social», asegura.
sin poder corregir La reciente detención en el municipio jienense de Úbeda de unos padres por no dejar salir de casa a su hija de 16 años durante un puente y la posterior fuga esta misma semana de la menor del centro donde estaba acogida, ha sido la gota que ha colmado el vaso. Este caso ha abierto un debate de fondo sobre los límites de la autoridad de los padres y si las administraciones públicas pueden intervenir cuando se trata de un castigo o un bofetón al menor para corregir una mala conducta.
Y es que desde el 2008 existe un importante vacío legal tras quedar derogado el artículo 154 del Código Civil, que establecía que «los padres podrán corregir razonable y moderadamente a los hijos». La Ley de Protección del Menor indica que los derechos de quienes no han cumplido los 18 años tienen que ser tutelados por los poderes públicos, que tienen la obligación de denunciar ante la Fiscalía conductas de abuso o menoscabo. Al suprimirse el citado articulo, las administraciones públicas pueden considerar que el castigo sin salir de casa a un chico de 16 años es una detención ilegal o que una bofetada es una agresión.
suicidio por fascículos Urra lidera en la actualidad un proyecto denominado Campus Unidos para chavales conflictivos que puede acoger a cuarenta adolescentes en cuatro chalés. «Es un campus residencial, en el que se debe permanecer un mínimo de tres meses, para trabajar con los chicos. Es un centro privado para jóvenes con problemas de conducta o de adicción, donde se pone a los chavales frente a un espejo para que vean lo que están haciendo», explica Urra, abogando por el respeto intergeneracional.
«Queremos hacerles ver, con afecto pero también con límites, que agredir a tus progenitores es un suicidio por fascículos. Para ello contamos con 38 profesionales, psiquiatras, psicólogos… y disponemos de un teléfono gratuito que es el 900 656565. Ya hemos recibido 1.200 llamadas y vemos terapéuticamente los casos que lo precisan. A veces separamos a padres e hijos y trabajamos con ellos por dos vías distintas, pero al final hay que educar a todos para que vuelven a convivir», explica este psicólogo convencido de la bondad de la idea. Urra también opina sobre el programa Hermano mayor, que está en el punto de mira de los críticos por la violencia extrema que muestra a veces en la relación de estos jóvenes con sus padres. «Yo creo que está pasado de frenada. El programa está bien pero después de grabar cuatro temporadas, entiendo que lo que al principio es bueno que la gente conozca, luego puede ser preocupante porque hay adolescentes que quizá lleguen a banalizarlo e imitar ciertos comportamientos. Además esa exposición ¿mejora la familia o la acaba dañando? Yo soy partidario de ser más cauteloso», aclara.
En este sentido, el terapeuta Pedro García Aguado, que también tuvo su lado oscuro y se paseó por el lado salvaje de la vida, cree que ante las amenazas, insultos, vejaciones que presencia por parte de los chicos a los que asiste en televisión, «los padres tienen que perder el miedo y plantarse. Tienen que dominar la situación y ser firmes. De hecho, un amigo psicopedagogo me dijo que los adolescentes están pidiendo la autoridad a gritos», declara.
Tomado de DEIA