LA CUARESMA EN LA RELIGIOSIDAD POPULAR.
En el ámbito de la piedad popular no se percibe fácilmente el sentido mistérico de la Cuaresma y no se han asimilado algunos de sus grandes valores y temas: la relación entre el “sacramento de los cuarenta días” y los sacramentos de la iniciación cristiana, o el misterio del “éxodo”, presente a lo largo de todo el itinerario cuaresmal. Según una constante de la piedad popular, que tiende a centrarse en los misterios de la humanidad de Cristo, en la Cuaresma los fieles concentran su atención en el final: la Pasión y Muerte del Señor. (Directorio sobre la piedad popular y liturgia 124)
1. La larga Cuaresma
En la tradición popular, la Cuaresma se recuerda como un tiempo triste, de calvarios y rosarios vespertinos, de domingos sin baile ni diversión. Los cuarenta días duraban mucho, como así lo manifiesta el refranero: «… más largo que una cuaresma», «Ay, cuaresmita cuaresmera, qué larga vienes con cuarenta días cargados de viernes».
La Cuaresma estaba determinada por su final: «Cumplir por Pascua florida» (florida la diferenciaba de la Pascua de Navidad). Por eso, la mayor parte de sus manifestaciones religiosas eran penitenciales. «Cumplir por Pascua Florida» era cumplir el mandamiento de la Iglesia de confesar y comulgar al menos una vez al año. Incluso algunos párrocos daban billetitos donde estaba escrita la parroquia y el año en que el feligrés había cumplido por Pascua Florida.
El viernes era el día más significativo en las cuatro semanas de Cuaresma. No solo era el día señalado para la abstinencia de carne, sino por muchas manifestaciones: se hacía el calvario o vía crucis (en la iglesia o en un camino del pueblo preparado para ello con cruces y calvario al final); se cantaba el «miserere», o el «vexila regis» en torno a la iglesia…
Para la instrucción religiosa del pueblo y la preparación al sacramento de la confesión, los párrocos traían predicadores especiales (cuaresmeros), o se organizaban «misiones» (predicación, reuniones por edades o sexos, oraciones durante unos días).
2. En estas manifestaciones descubrimos
Lo esencial
- El cristiano se esforzaba (o era forzado) a reflexionar sobre el sentido de vida y cristianismo. Dimensión catequética de la Cuaresma.
- La pasión del Señor era el centro de la predicación (a veces con olvido de la resurrección).
- Se valoraba la manifestación pública de la fe (procesiones y otras tradiciones).
- Sentido sacramental de la Cuaresma (aunque se acentuaba casi exclusivamente la Penitencia y la Eucaristía).
- La Cuaresma era tiempo de conversión.
- La vida cristiana necesita, cada cierto tiempo, un tiempo especial y unos ejercicios de vida cristiana especiales.
Ir más allá
¨ La formación permanente del creyente no se puede reducir a la Cuaresma. Toda la vida del cristiano es tiempo de peregrinación, éxodo, tiempo de caminar por el desierto en compañía de los demás cristianos (como comunidad) y con un guía (Jesús).
¨ Es preciso potenciar la dimensión del misterio pascual: pasión y resurrección del Señor.
¨ Las manifestaciones externas (procesiones y otras) tienen sentido no como hechos puntuales, sino como realidad que engloban toda la vida cristiana y la cambian.
¨ Los tradicionales «signos cuaresmales» (ayuno, abstinencia, oración, limosna, formación) tienen una dimensión social, comunitaria y no solo personal.
3. ¿Cómo podemos recrear la tradición?
Respetar las tradiciones
Solo una mirada superficial puede criticar y reírse de las tradiciones. Hay que entrar en ellas, en su sentido antropológico y espiritual. A muchos creyentes les ha valido y les vale y les hace mejores.
Purificar las tradiciones
Esta tarea es lenta. Exige catequesis profunda, también un poco de historia y mucha paciencia.
Tener claro el sentido de la Cuaresma
La Cuaresma es tiempo de preparación a la Pascua, tiempo de entrenamiento. La clave está en acertar con el tipo de entrenamiento y el entrenador. Los instrumentos del entrenamiento cuaresmal son el ayuno, la penitencia, la limosna, la reflexión y la oración. Ayuno: nos privamos de comida para recordarnos: «No solo de pan vive el hombre». Abstinencia: nos abstenemos de algo reconociendo, como enfermos y débiles que somos, que hay cosas que no podemos comer o hacer, porque recaemos. Un diabético se abstiene de dulce para vivir sanamente, para no aumentar su enfermedad. Un pecador se abstiene de aquello que le lleva al pecado. Oración: nos recordamos: «Sin mí no podéis hacer nada». Limosna: dar de lo nuestro es exigencia de nuestra fe, amar a Dios y al prójimo. Reflexión: recordamos a san Jerónimo: «Desconocer las Escrituras es desconocer a Dios». La sociedad actual es consumista en exceso y en acumulación innecesaria de bienes. En ella tal vez sea más fácil elegir el ayuno y la abstinencia porque hay múltiples modos de hacerlo. No hay que olvidar que todas estas prácticas son medios pedagógicos para la conversión y la revitalización de la fe. No son metas de llegada. Solo apoyos para llegar a la conversión, a vivir según Cristo, el entregado por nosotros.
Experiencia de marcha, desierto
La Cuaresma tiene un claro sentido de entrenamiento, de camino, de «procesión por la vida». El cristiano redescubre en la Cuaresma la experiencia del desierto. La misma que vivió el pueblo de Israel, en busca de la Tierra Prometida, donde no hubo ayuno voluntario, sino supervivencia, sufrimiento lleno de sentido. Y redescubre la experiencia de Jesús en el desierto antes de proclamar la llegada del Reino de Dios, en el que purificó y comprendió su vocación.
CARNAVAL – CUARESMA
«No hay carnaval sin cuaresma» ¿Tiene sentido el carnaval si no hay cuaresma?
Julio Caro Baroja, en los años en los que se promovió de nuevo el carnaval, prohibido en la época del régimen político anterior, afirmaba que no tenía sentido recuperar el carnaval si la sociedad había perdido el sentido de la cuaresma. Cierta razón tenia este historiador y antropólogo, porque carnaval y Cuaresma se definen tradicionalmente como contrarios: desenfreno-recato, despilfarro-austeridad, comer-ayunar, festejo-trabajo, dionisiaco-apolíneo, desorden-orden, lujuria-represión, alegría-tristeza, bailes-paseos, carne-pescado, destape-tapar, espumillón-ceniza, gozo-sufrimiento, cantar-callar…
LA BULA.
“La Bula de la Santa Cruzada» era un privilegio que tenia la Iglesia española, concedido por el Papa. Consistía en permitir comer carne en cuaresma, salvo los viernes, por haber impedido que los pueblos árabes invadieran Europa. En la primera mitad del siglo XX valía una peseta. La Bula tenía tanto valor para algunas familias que cuando uno de sus miembros moría, se la colocaban entre las manos, para que el difunto se presentara con ella ante el juicio de Dios.
(Tomado de la Revista «Catequistas»)